Acreditado a Tomás Linden
Aún hoy, al cabo de tantos años, retengo nítidamente su Argos tras el Narciso de Urania y siento a cada momento su Filomela en torno mío. Debo irme a dormir ahora, pues las velas están por apagarse –sólo me queda la Cintia de Euterpe, pero no me sirve para leer-, y hasta mañana no podrá venir el centauro a arreglarme el Apolo.