Casa de las Américas: 50 años de iniciativa integradora en el Caribe

En cuanto a efemérides se refiere, es posible que el 2009 celebrara el más anticipado de sus aniversarios el mismísimo primero de enero, cuando se cumplieran los 50 años de la victoria de la revolución cubana. A un mismo tiempo, mientras se derrumbaba el semblante de gobierno que mantenía Fulgencio Batista, se erigían una cantidad de instituciones, edificios y aparatajes difusores, todos ellos, de la ideología revolucionaria – alternativa que hacía lo máximo por perfilarse como la redención del desastre que la antigua administración había ocasionado.

Fidel en la portada de TIME, enero de 1959.

Lejos, muy lejos, han quedado ya los días de ingenuidad en los que barbas, habanos y campamentos guerrilleros en la Sierra Maestra eran sinónimo de libertad o esperanza. Pocos son los organismos que, en Cuba, han existido ininterrumpidamente durante los 50 años del castrismo; y ninguno de ellos los ha sobrellevado con tanta integridad como lo ha hecho la asociación cultural Casa de las Américas.

Fundada apenas unos meses después del triunfo de la revolución, en 1959, por la heroína revolucionaria Haydee Santamaría, esta organización ha sido parte fundamental de la propuesta revolucionaria, a la vez que se ha mantenido al margen del discurso político/ideológico que a lo largo de los años ha infectado prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana del cubano. Y es que, en la medida en que la propuesta de la revolución cubana sobrepasa las márgenes de lo político para convertirse en una propuesta compleja, de revolución social, educacional, cultural, etc., en esa misma medida se puede considerar a Casa de las Américas ya no como un vehículo difusor de la revolución – un utensilio a su disposición – sino como la revolución misma, la vertiente cultural de la revolución, paralela pero independiente de su aspecto político, de su vestidura militar, de su discurso demagogo y populista.

Haydee Santamaría y Alejo Carpentier. Foto: letralia.com.

Es por este motivo que en su 50 aniversario, no ha sido precisamente su postura ideológica ni las repercusiones del barajeo de Castros en el poder lo que captado la atención de estudiosos y observadores. Por lo contrario, ha sido, más bien, la constancia con la cual Casa de las Américas ha promovido el desarrollo de la música, las bellas artes, la fotografía, el teatro y la cultura en general en toda América, estimulando además un diálogo multicultural e interdisciplinario como pocas otras instituciones se han atrevido a hacerlo en el mismo período de tiempo.

Sin embargo, es, sin lugar a dudas, en el ámbito literario en el que Casa de las Américas ha dejado su huella más palpable. Su concurso literario, establecido en el mismo ’59, cuenta entre los más prestigiosos del continente. Asimismo, el fondo editorial, iniciado en 1960 para publicar al primer ganador del Premio Literario, ha crecido de manera formidable, abarcando una decena de ediciones de poesía, ensayística y ficción tanto de autores contemporáneos como de figuras consagradas en el mundo de las letras de América Latina y el Caribe. Entre sus páginas se encuentran obras de luminarias latinoamericanas como César Vallejo y Julio Cortázar, quien en alguna ocasión colaborara con la editorial y fuese parte del jurado de sus premios literarios. Otros autores reconocidos incluidos en la lista de publicaciones de la editorial son Julio Garmendia y Horacio Quiroga, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, estos dos últimos publicados en su momento en la edición “La Honda”, ideada en 1967 con la finalidad de prestar una oportunidad a escritores contemporáneos, noveles o emergentes.

Pero el más ambicioso de los proyectos de Casa las Américas tiene apenas unos veinte años de historia. Surge en 1979 con la producción de la primera edición de la revista Anales del Caribe y se refuerza algunos años más tarde con la aparición de la edición de libros “Pasamanos”, la cual recoge en traducción la obra de algunos de los más reconocidos teóricos del Caribe francófono, como lo son Patrick Chamoiseau y Edouard Glissant. Así también se ha publicado cierto número de obras de autores del caribe anglófono, como la novela Los placeres del exilio, del prominente pensador de Barbados, George Lamming.

Así pues, enfrentados a una realidad en la que el rol del libro como objeto se ve cada vez más cuestionado, y equipado con las herramientas existentes en una nación cuya infraestructura y tecnología aún se alinean con más facilidad al modelo del siglo XIX que al del siglo XXI, los retos que se vislumbran en el futuro de Casa de las Américas no son ni pocos, ni pequeños. Lo cual hace aún más sorprendente que sea, en efecto, un producto de esta anticuada estructura, el único vehículo que en la actualidad busca descubrir, crear o, a lo menos, promover algún tipo de integración cultural entre las diferentes tradiciones post-coloniales que definen a los habitantes de las Américas y del Caribe.

La publicación Anales del Caribe, con su formato políglota y su filosofía liberal, ha hecho suya la tarea de diseminar el pensamiento intelectual de las principales personalidades de la región en idiomas francés, inglés y castellano, proporcionando una oportunidad invaluable de encontrar en un mismo sitio las diferentes perspectivas propiciadas por un bagaje histórico que es tan diverso como es compartido. Me encontraba yo en la feria del libro de San Martín a principios del mes de junio, entre un grupo de panelistas calificados, indagando su opinión respecto al elemento específico que pudiera actuar como nexo particular entre los habitantes del Caribe – algo que fuese compartido por todos los antillanos, mas no por todos los habitantes del planeta, por así decirlo. El consenso entre mis entrevistados fue que tal nexo existía, pero la respuesta más satisfactoria a la hora de conceptualizar aquel lazo fue la noción, algo etérea, aunque no por ello menos válida, de un “ritmo”, una cadencia, una actitud compartida. De más está decir que plasmar tal elemento en una revista, inclusive una tan atrevida como Anales del Caribe, es prácticamente imposible. Ese es el tamaño del reto al que se enfrenta, no sólo ya Casa de las Américas, sino el resto de la comunidad intelectual que habita entre Cuba y Venezuela; un reto similar al que enfrentan los habitantes de América Latina. De cierta manera, es característico de su ímpetu y su perfil que la única entidad con la visión y las agallas para enfrentarse a tal realidad sea Casa de las Américas.

 

 

 

PUBLICADO POR LETRALIA (AÑO XIV, No. 215) EL 6 DE AGOSTO DE 2009.

VERSIÓN EN INGLÉS PUBLICADA POR EL SUPLEMENTO DE FIN DE SEMANA DEL DIARIO THE DAILY HERALD DE SINT MAARTEN EL 11 DE JULIO DE 2009.

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